Frente a la amenaza que han significado históricamente las transformaciones urbanas, el pensamiento collage aplicado al patrimonio podría evidenciar una sugerente herramienta con la capacidad de fácilmente identificar valores, roles y sugerir narrativas entre diferentes elementos históricos.
Esto lo evidencia y comenta Camila Mancilla Vera, donde a través de su serie Brotes de la industria, combinando técnicas de representación 3D, fotografías, archivos de diario y publicaciones, pretende visualizar y promover el debate respecto a los elementos susceptibles de protección.
Una serie de consideraciones presentadas con las palabras de la autora, a continuación.
El término collage, también conocido como papier collé es una técnica que, según la RAE, consiste en “componer una obra plástica uniendo imágenes, fragmentos, objetos y materiales de procedencias diversas”. Este es uno de los movimientos artísticos más influyentes en la actualidad, el cual nace en el siglo XX en América y Europa, cuyo valor radica en la idea de incorporar algo prefabricado, que, como diría Braque, "constituye una certeza en medio de una obra en la que todo lo demás está figurado, representado o sugerido" (WESCHER 1980)
Para quienes nos obsesionamos con el patrimonio y desgarramos bibliotecas buscando aquellos valores representativos de una época determinada, el collage aparece como un excelente medio para comunicar estas apreciaciones abstractas. De este modo, al igual que en los proyectos de puesta en valor, el collage corta, transforma y manipula elementos already-made, y los incorpora con toda su carga ideológica, material y física a una obra mass-media.
La técnica del collage, al igual que los hitos patrimoniales, sufren con el fenómeno de la desvalorización de la ruina, ya que ambos tienen un aspecto de utilidad temporal. El patrimonio tiene un valor que se le ha otorgado en una época determinada, el cual se pierde o modifica con el paso de los años. En el caso de las revistas o diarios que sirven de insumo para la creación de collages, su utilidad es escasa, ya que una vez leídas, en su mayoría son tiradas a la basura o dejadas en el olvido.
Los collagistas pretendemos darle un valor posterior a dichas fotos o ilustraciones para su uso en la creación de nuevas obras, constituyéndonos como rescatadores de imágenes, las cuales, como señala el collagista y Premio Nacional de arquitectura, Edward Rojas, estas se encuentran “atrapadas en libros de bibliotecas que esperan impacientes ser expuestas".
Si bien el proceso de valorización patrimonial es algo estructurado, en el que no hay mucho lugar para la creatividad, dentro de éste, existe una etapa de identificación y comprensión del entorno. Esta etapa podríamos entenderla como una configuración del pensamiento en “modo collage”, donde aparece la subjetividad del examinador, quien debe ser capaz de encontrar aquellos aspectos de carácter éticos, estéticos, sociales, ambientales, económicos, e incluso sentimentales que le dan sentido a los parámetros de carácter objetivos que la disciplina patrimonial establece en la identificación patrimonial.
En esta etapa de abstracción de elementos subjetivos es donde consideramos que, al igual que un gran collage, la disciplina patrimonial combina elementos de diversa índole, de orígenes desconectados y opuestos entre sí en muchos de los casos, los que deben ser resueltos y conectados a través, muchas veces de un proyecto de puesta en valor. Este proyecto debe otorgar nuevos roles, usos y significados a dichos elementos, sugiriendo nuevas narrativas, diálogos entre elementos yuxtapuestos, así como entender e incorporar como parte de una sola visión de mundo los elementos del pasado, presente y futuro, que son los ingredientes que le otorgará una identidad original a una época determinada, incluyendo toda la historia que trae consigo.
El pensamiento collage aplicado al patrimonio consta de tres fases: documentación, ideación y producción, donde para llevarlos a cabo, es necesario llevar hacer una relectura del pensamiento, para poder caracterizar el paisaje patrimonial, de modo que al realizar este ejercicio, la propuesta visual logre tener la capacidad de estimular nuestra imaginación, como si los diversos fragmentos sacados de su origen le pidieran a los espectadores devolver su identidad perdida.
Serie Brotes de la industria
Esta serie de collages se creó frente a la amenaza que han significado históricamente las transformaciones urbanas, y en particular, la incapacidad que hemos tenido como sociedad de conservar los elementos en altura del sector Sur Poniente de Santiago, los cuales constituyen elementos destacables de gran impronta en el paisaje, capaces de reforzar la historia industrial del barrio. En este ámbito, se origina el cuestionamiento sobre qué papel pueden jugar hoy estos elementos industriales en los nuevos procesos de reconversión urbana realizados en el barrio.
En dicho contexto, la serie fue producida combinando técnicas de representación 3D, fotografías, archivos de diario y publicaciones. Las imágenes han sido superpuestas en distintos planos con los elementos verticales como protagonistas, intentando deconstrustruir el imaginario de estas ruinas, insertándolas en contextos incomodos, útiles, imposibles o simplemente situaciones propuestas o aleatorias. De este modo, las imágenes buscan promover el debate respecto a sus posibilidades para puesta en valor y la necesidad de observarlos como elementos susceptibles de protección.